La carne y elaborados del cerdo blanco forman parte de la dieta mediterránea y su consumo es especialmente importante entre los más pequeños

Ahora que nuestros hijos acaban de comenzar el colegio y reanundan las rutinas abandonadas hace un par de meses es un buen momento para que aprendan hábitos de vida saludables, entre ellos las ventajas de llevar una dieta equilibrada y de practicar ejercicio físico.

La etapa infantil es una edad de gran gasto energético y necesidades nutricionales, los niños están en pleno desarrollo y son muchas las horas que pasan en el colegio o en actividades extraescolares. La alimentación les proporciona la energía y nutrientes necesarios para un correcto crecimiento y funcionamiento del organismo, por ello ha de contener todos los grupos de alimentos en las raciones recomendadas para cada uno de ellos.

En este sentido, la carne es importante en el desarrollo escolar y muy especialmente las carnes magras como la de cerdo. La carne de cerdo aporta proteínas y fósforo -necesarios para el normal crecimiento y el desarrollo de los huesos en los niños-, potasio, hierro y zinc. Asimismo, es fuente importante de vitaminas, B1, B3, B6 y B12, que desempeñan un papel fundamental en la función normal del sistema nervioso y del sistema inmunitario. La composición de la carne de cerdo es ideal para esta etapa.

Lo recomendable es que la base de alimentación de nuestros más pequeños sean los hidratos de carbono, es decir pasta, arroz, pan, etc. preferiblemente integrales. Seguidos de un abundante consumo de vegetales, idealmente de 5 raciones de frutas y hortalizas diarias. Además, un consumo de proteínas magras de 3 a 4 veces por semana, alternando entre las distintas fuentes animales (aves sin piellomo y solomillo de cerdo, conejo, huevos o lácteos) y vegetales (legumbres, frutos secos, etc.), y utilizar el aceite de oliva virgen extra como grasa principal para cocinar y aliñar.

Por otro lado, no sólo es importante qué comen sino también cuándo lo hacen. Es decir, la distribución de las comidas a lo largo del día. Lo más recomendable es dividir la ingesta total en 5 comidas a lo largo del día, que proporcionen a los niños la energía y nutrientes necesarios para aguantar toda la jornada.

Por ello, se recomienda comenzar con un desayuno completo, que incluya un lácteo, cereales o tostadas (mejor integrales) y una pieza de fruta o zumo natural. Este desayuno se complementa con el almuerzo de media mañana, que les ayuda a mantener la energía en el colegio y a controlar en hambre hasta la hora de la comida. Una buena opción para el recreo es un bocadillo de jamón serrano o cocido, al igual que para la hora de la merienda.

La comida también ha de ser completa y contener una fuente proteica, cereales y verduras, alternando entre los distintos tipos de alimentos para cada uno de ellos. El mejor postre siempre es la fruta natural y tomar agua como bebida.

La cena, por otro lado, ha de ser más suave. Lo ideal es optar por verduras acompañadas de un filete de carne magra o de pescado a la plancha.

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