La carne de cerdo es un producto fundamental de la alimentación y la gastronomía española. El cerdo nos ofrece una gran diversidad de productos cárnicos, con características nutricionales distintas que proporcionan elementos muy valiosos a nuestra dieta. Su sabor, fácil digestibilidad, la diversidad de preparaciones que admite, su indicación para todas las edades y estados fisiológicos y la armonía que se produce cuando se cocina con otros alimentos, hacen que esta carne sea un ingrediente habitual de los platos que conforman la dieta mediterránea, ya sea como ingrediente principal o guarnición.

En concreto en nuestro país, el aprovechamiento de la carne y de los derivados de este animal ha dado lugar a una serie de costumbres y manifestaciones sociales y culturales que todavía perviven. La matanza era una labor obligada para la economía de muchos hogares, y se supo hacer de ella una fiesta imprescindible, porque condicionaba la ingesta alimentaria durante todo el año y hacía necesaria la programación de las comidas, en función de los procesos de maduración de las chacinas y de los periodos de conservación, para poder obtener el máximo rendimiento.

El consumo de carne de cerdo fresca era muy escaso, se limitaba a una pequeña cantidad que se consumía recién sacrificado el cerdo, cuando todavía estaba caliente y constituía el momento álgido de la fiesta ya que se compartía una parte con familiares y vecinos. Sin embargo, la base de la matanza era la transformación de la carne de cerdo en embutidos y por ese motivo se preferían los cerdos adultos y bien engrasados para conseguir unos alimentos sabrosos, que madurasen bien y que, al mismo tiempo, aportasen las calorías necesarias, porque además de proteínas, el cerdo era vehículo de energía, de la que por aquellos tiempos era deficitaria la dieta española.

La consecuencia de todo ello fue el desarrollo de una tecnología muy sencilla, aunque muy eficaz que, puesta al día por la industria transformadora, ha permitido que España sea un país puntero en la producción de embutidos curados, cocidos y de salazones de excelente calidad. En cada zona de España existen platos y productos tradicionales a base de cerdo como la fabada, el cocido, el cochinillo asado o el jamón serrano, formando parte así de la tradición de numerosos pueblos y haciendo que se desarrolle alrededor de él una gran industria.

La carne de cerdo es un producto fundamental de la alimentación y la gastronomía española. El cerdo nos ofrece una gran diversidad de productos cárnicos, con características nutricionales distintas que proporcionan elementos muy valiosos a nuestra dieta. Su sabor, fácil digestibilidad, la diversidad de preparaciones que admite, su indicación para todas las edades y estados fisiológicos y la armonía que se produce cuando se cocina con otros alimentos, hacen que esta carne sea un ingrediente habitual de los platos que conforman la dieta mediterránea, ya sea como ingrediente principal o guarnición.

En concreto en nuestro país, el aprovechamiento de la carne y de los derivados de este animal ha dado lugar a una serie de costumbres y manifestaciones sociales y culturales que todavía perviven. La matanza era una labor obligada para la economía de muchos hogares, y se supo hacer de ella una fiesta imprescindible, porque condicionaba la ingesta alimentaria durante todo el año y hacía necesaria la programación de las comidas, en función de los procesos de maduración de las chacinas y de los periodos de conservación, para poder obtener el máximo rendimiento.

El consumo de carne de cerdo fresca era muy escaso, se limitaba a una pequeña cantidad que se consumía recién sacrificado el cerdo, cuando todavía estaba caliente y constituía el momento álgido de la fiesta ya que se compartía una parte con familiares y vecinos. Sin embargo, la base de la matanza era la transformación de la carne de cerdo en embutidos y por ese motivo se preferían los cerdos adultos y bien engrasados para conseguir unos alimentos sabrosos, que madurasen bien y que, al mismo tiempo, aportasen las calorías necesarias, porque además de proteínas, el cerdo era vehículo de energía, de la que por aquellos tiempos era deficitaria la dieta española.

La consecuencia de todo ello fue el desarrollo de una tecnología muy sencilla, aunque muy eficaz que, puesta al día por la industria transformadora, ha permitido que España sea un país puntero en la producción de embutidos curados, cocidos y de salazones de excelente calidad. En cada zona de España existen platos y productos tradicionales a base de cerdo como la fabada, el cocido, el cochinillo asado o el jamón serrano, formando parte así de la tradición de numerosos pueblos y haciendo que se desarrolle alrededor de él una gran industria.