La carne, y en especial la de cerdo, contiene una importante fuente de micronutrientes, y junto con otros grupos de alimentos también contribuyen a alcanzar la ingesta recomendada de proteínas, algo fundamental durante los procesos de adaptación que tienen lugar en el organismo en aquellos periodos de recuperación de lesiones.

La alimentación de un deportista se centra en tres objetivos primordiales; un aporte calórico adecuado, una dieta provista de los nutrientes implicados en el desarrollo y mantenimiento de los tejidos, especialmente el muscular, y un correcto mantenimiento del metabolismo corporal. Un inadecuado estado nutricional parece no solo perjudicar el rendimiento deportivo, sino también la correcta curación y recuperación de una lesión.

Las lesiones son un riesgo inherente e inevitable de la práctica de actividad física, que puede afectar tanto a aquel que practica deporte por disfrute como a deportistas de élite. Así, una lesión suele implicar el cese o reducción de la actividad física e incluso la inmovilización de una extremidad, lo que supone la pérdida de masa muscular, fuerza y, en situaciones más prolongadas, la atrofia muscular.

En muchas ocasiones, es posible minimizar o evitar las lesiones a través de la realización de ejercicio mediante una técnica correcta y segura, respetando el descanso y evitando la acumulación de fatiga. Sin embargo, un aspecto que habitualmente se subestima es la dieta. Así, una adecuada estrategia nutricional puede ser clave para la correcta remodelación de tejidos tras el ejercicio, así como para la recuperación y el retorno temprano al entrenamiento en caso qde lesiones.

Efecto muscular asociado al deporte

El músculo esquelético agrupa un número variable de células denominadas fibras musculares que se extienden a lo largo del músculo desde un tendón a otro. El músculo juega un papel fundamental en la homeostasis metabólica, es el principal órgano receptor de insulina y tiene una gran capacidad para oxidar ácidos grasos. Asimismo, durante la contracción muscular, este órgano es capaz de producir ciertas proteínas que actuarán como hormonas cuando la actividad física se realiza en la intensidad y duración adecuadas.

Así, el daño muscular asociado al deporte se caracteriza por la ruptura miofibrilar, es decir, de las miofibrillas encargadas de la actividad contráctil del músculo, lo que desencadena la pérdida de potencia y función muscular. Asimismo, se produce la liberación de proteínas inflamatorias que favorecen el catabolismo, la resistencia anabólica y la liberación de diversos tipos de células involucradas en la reparación y remodelación del músculo esquelético. Esta respuesta inflamatoria depende de la masa muscular y del perfil nutricional del deportista y, a su vez, influye en la recuperación de lesiones.

Fases de las lesiones musculares

Para optimizar el proceso de recuperación y cicatrización de las lesiones resulta fundamental coordinar las distintas intervenciones nutricionales con las fases del proceso de recuperación. Así, las lesiones inducidas por actividad física se pueden dividir en dos etapas: fase de inmovilización y fase de recuperación funcional (rehabilitación y reentrenamiento).

Durante estas fases se hace patente el desgaste y la atrofia muscular, por lo que uno de los principales objetivos consistirá en reducir la inflamación e incrementar la creación de tejido muscular.

Durante los cinco primeros días de inmovilización de una extremidad, se produce un rápido incremento de la destrucción de proteínas musculares seguido de una reducción de la formación de estas, pudiendo llegar a perder hasta 150 g de masa muscular al día. Después de 10 días de inmovilización, la formación de las proteínas musculares se encuentra inhibida, causando resistencia anabólica, atrofia y pérdida funcional del músculo.

Ajuste nutricional en el deportista lesionado

Por lo general, durante la inmovilización de una extremidad se produce una disminución de las necesidades energéticas diarias, debido al descanso y la reducción de la actividad física. Sin embargo, es importante tener en cuenta que el estrés metabólico asociado a algunas lesiones, como las fracturas óseas o el uso de muletas, requiere un incremento de las demandas de energía. Por todo ello, se debe ajustar el aporte energético a las nuevas necesidades.

Durante la fase de recuperación se debe ajustar el consumo de calorías al porcentaje de masa magra. Además, se debe controlar el consumo de hidratos de carbono, eligiendo alimentos con un bajo índice glicémico como los vegetales y las legumbres, y el consumo de proteínas se convierte en algo prioritario.

En este sentido, un adecuado consumo de proteínas resulta fundamental en todas las etapas de la recuperación, ya que contribuyen al desarrollo y mantenimiento de la masa muscular. Así, alimentos como las carnes de cerdo, ternera, cordero o conejo, constituyen una importante fuente de proteínas, ayudando a asegurar el aporte de aminoácidos esenciales, imprescindibles en la alimentación de los deportistas.

Asimismo, el grupo de las carnes ofrece una importante dosis de vitaminas y minerales implicados en diferentes procesos. Por ejemplo, el zinc contribuye a la síntesis normal de proteínas y, junto con el hierro y la vitamina B12, tienen un papel en los procesos de división celular. Por otra parte, las vitaminas del grupo B como la B3, B6y B12participan en la función normal del sistema inmunitario, así como en el metabolismo energético y de macronutrientes.

Por todo ello, las carnes se convierten en una importante fuente de micronutrientes, y junto con otros grupos de alimentos – como los huevos, el pescado, o los productos lácteos – también contribuyen a alcanzar la ingesta recomendada de proteínas, algo fundamental durante los procesos de adaptación que tienen lugar en el organismo en aquellos periodos de recuperación de lesiones.