El porcino español se ha convertido en una de las industrias más pujantes de nuestro país, ocupando una posición estratégica en el contexto del sistema agroalimentario español. Así mismo es hoy un referente internacional de lo que se conoce como la ‘ganadería moderna’: profesionalizada, innovadora, respetuosa con la sensibilidad y necesidades de los animales y enfocada en la reducción del impacto ambiental y el cuidado del medio ambiente.
España aplica el modelo de producción europeo, que conlleva la legislación más exigente del mundo en bienestar animal, seguridad animal y protección del medio ambiente.
Sostenibilidad medioambiental
En el ámbito medioambiental, las granjas de porcino españolas están sometidas a unas exigentes condiciones que permiten minimizar la producción y reducir la carga contaminante, pero además los ganaderos españoles son muy conscientes de que deben aplicar una serie de técnicas encaminadas a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, y contribuir al ahorro de agua y energía en todos los procesos.
Los resultados de esa apuesta por un modelo sostenible son tangibles: el sector porcino español ha reducido un 47% las emisiones de amoniaco por kilo de carne producida y un 54% las de metano procedentes de la gestión de estiércoles. Además, se ha conseguido reducir hasta un 30% el uso de agua por cada kilo de carne producido.
Modelo de producción más exigente del mundo en bienestar animal
El sector porcino basa también su trabajo en una exigente apuesta en favor del bienestar animal. No existe ningún país del mundo que tenga una normativa más garantista para el ganado, ni donde cuente con mayor protección.
Hoy las granjas tienen instalaciones modernas que garantizan las mejores condiciones para nuestros animales: higiénicas, alimentarias y de confortabilidad. Todos los aspectos, como los espacios y superficies idóneos, las condiciones de ruido, temperatura o luz, entre otras, están rigurosamente establecidos por normativa.
El objetivo no es otro que facilitar los mejores cuidados y la mayor protección a los animales, pues de ello depende su salud y, en definitiva, las repercusiones positivas sobre la calidad de la carne. En ese sentido, son los propios profesionales del sector los primeros interesados en cumplir escrupulosamente con las normativas sobre bienestar animal, ya que a mejor vida del animal, mayor productividad y calidad de los productos destinados a los consumidores.