El sector ganadero en general, y el sector porcino en particular, llevan años trabajando en la protección del medio ambiente, de ahí que haya conseguido reducir su impacto ambiental gracias la disminución en el consumo de agua, de energía y de emisiones de gases de efecto invernadero en todos sus procesos, desde la granja a la mesa.

España aplica el modelo de producción europeo que conlleva la legislación más exigente del mundo en la protección medio ambiente. En este sentido, las granjas de porcino españolas están sometidas a una exigente regulación medio ambiental, desde incluso antes de su puesta en marcha. De hecho, requieren por normativa (Ley 16/2002, de 1 de julio de prevención y control integrados de la contaminación,) una autorización ambiental por parte de las autoridades competentes.

Esa autorización, entre otras medidas, exige que las instalaciones ganaderas tengan las mejores condiciones para evitar la producción de residuos, o que los que se produzcan, se gestionen correctamente a través de su reciclado o reutilización; utilizar la energía de manera eficiente; y establecer medidas para prevenir y para evitar la contaminación.

Protección de las aguas y reducción de su consumo

En cuanto al consumo de agua de las granjas de porcino españolas, es menor de lo que se quiere hacer creer a la opinión pública. El agua total consumida al año por el sector es de unos 54 hm3, lo que supone tan solo el 0,05% del total de agua disponible en España. Además, gracias a la innovación y a la concienciación de los ganaderos se han conseguido disminuir un 30% el uso de agua por kilo de carne producido.

Pero los ganaderos del sector porcino no solo están implicados en la reducción del consumo de agua sino también en su protección. En este sentido, el Real Decreto 261/1996, de 16 de febrero, sobre protección de las aguas contra la contaminación producida por nitratos procedentes de fuentes agrarias, limita las cantidades de purines por hectárea.

Control de purines

Asimismo, desde enero de 2008 se endurece aún más la normativa sobre el control de purines, lo que reduce en un 30% los nitratos y supone una gestión más eficiente, ya que se aplican directamente al suelo prohibiendo su aplicación con sistemas de platos, abanico o cañones. En sustitución, se utilizan otros sistemas que permiten localizar o enterrar el purín en el suelo, todo ello para contribuir a reducir las emisiones a la atmósfera. Asimismo, el excedente de purines puede ser tratado para su transformación en abono o energía eléctrica.

Disminución de las emisiones GEI

En cuanto al último aspecto, las emisiones de gases de efecto invernadero, hay que destacar, que del total de todas las emisiones GEI de la Unión Europea solo el 5% procedían de la ganadería (el 2,2% del metano y el 2,7% del óxido nitroso).

Por su parte, en el sector porcino en concreto, los datos reflejan, entre los años 1990 y 2016, una reducción de emisiones de amoniaco por kilo de carne producido del 47%; una reducción del 54,7% de las emisiones de metano y del 38,8% de óxido nitroso procedentes de la gestión de estiércoles.

Asimismo, entre los años 2005 y 2017, se han reducido un 14% las emisiones de metano procedentes de la gestión de estiércoles, un 5% las emisiones de óxido nitroso y un 2% las emisiones de metano derivados de la fermentación entérica.

No obstante, es importante puntualizar que el porcino es responsable de menos del 7% de las emisiones totales de metano por fermentación entérica de todo el sector ganadero. La cría del porcino, altamente tecnificada, y su alimentación, en la que se ha adecuado la dieta de cada animal para maximizar su aprovechamiento energético y nutritivo son las principales razones de esta disminución. Hoy las pautas de ingesta de los animales están muy ajustadas a su edad y características, se han sustituido ingredientes ricos en fibra y baja digestibilidad por cereales y se han incorporado proteínas y aminoácidos y enzimas digestivas que reducen considerablemente las emisiones de gases contaminantes.