Es mucha la información que las personas reciben en cuestión de ideas para perder peso; libros, revistas, televisión, Internet… Respecto a la pérdida de peso, son muchos los mitos establecidos como verdades absolutas, que las personas siguen a pies juntillas, sin presentar ningún tipo de fundamento científico.

En este sentido, durante muchos años la carne de cerdo ha estado considerada una carne muy grasa, con mucho colesterol, que no era precisamente objeto de recomendación por no pocos profesionales sanitarios. La ciencia avanza y con ello mejora la calidad final de muchos alimentos. En las últimas décadas, se ha incrementado el  interés por el perfil lipídico de los alimentos que nos proporciona la dieta. El perfil lipídico de la carne de cerdo de capa blanca ha mejorado presentando un alto porcentaje de grasas insaturada gracias por un lado a la selección genética y a la optimización de los piensos destinados a la alimentación.

 

Dada su composición los expertos recomiendan el consumo carnes magras (entre las que se debe incluir los cortes magros del cerdo) de 3 a 4 veces por semana.

 

Cuando muchas de las personas deciden “ponerse a dieta “por su cuenta, es frecuente observar como la fuente proteica está basada el pollo o pavo por ser consideradas estas carnes fuentes magras por excelencia. En relación a esto, a continuación se muestra una comparativa del lomo de cerdo y la carne de pollo donde parámetros como las Kcal, proteínas y gasas son prácticamente idénticas.

Elaborado a partir de Moreiras O, Carbajal A, y col. Tablas de composición de alimentos. Guía de prácticas. 17ª ed. Madrid: Ediciones Pirámide; 2015.

 

El resto de partes del cerdo, dentro de una dieta equilibrada y variada, cuando no exista contraindicación (respetando las porciones y la frecuencia de consumo)  son una opción para diversificar la dieta tanto nutricional como gastronómicamente.

 

La mayoría de las dietas de adelgazamiento se basan fundamentalmente en la restricción de calorías. Sin embargo, como ya bien conocen, la regulación del peso corporal está influida no sólo por la cantidad de energía ingerida, sino también por la composición de la dieta. El cuerpo reacciona compensando la falta de energía con un aumento de la destrucción de sus propias proteínas corporales, para así conseguir una fuente alternativa de energía. Esta situación provoca una pérdida de masa muscular y por otro lado la formación de cuerpos cetónicos, que resultan peligrosos para el organismo cuando su formación se prolonga en el tiempo. El rápido descenso en el peso que presenta la persona en las primeras semanas no es más que la pérdida de agua por parte del tejido muscular (que es muy rico en agua), eliminando así, mucho líquido en la primera fase.

 

El efecto rebote, o efecto yo-yo como también se le conoce, se produce en la mayoría de los planes de adelgazamiento que carecen de equilibrio, presentándose con una restricción calórica severa o una dieta muy extrema.

En la práctica, no se aconsejan pérdidas superiores a 1 Kg por semana, encontrándose cómo pérdida óptima valores entre 0,5-1 Kg. a la semana. Si bien es cierto que en las primeras semanas puede existir una pérdida mayor, el ritmo en las semanas posteriores debe estar marcado por este 0,5-1 Kg. semanal.