Las personas mayores, por sus peculiaridades fisiológicas y en ocasiones también patológicas, constituyen un importante colectivo de riesgo en el que resulta imprescindible identificar a aquellos individuos que puedan encontrarse en situaciones susceptibles de malnutrición.

Son varios los factores que deben ser tenidos en cuenta, como los problemas de masticación y/o deglución de los alimentos, o la falta de apetito entre otros. Estos factores hacen que pueda producirse una ingesta inadecuada de algunos nutrientes, tanto por exceso o defecto, dando lugar a un desequilibrio nutricional y, en situaciones avanzadas a un posible estado de malnutrición.

Por ello, se debe procurar que la gente mayor siga una alimentación variada y apetecible, con alimentos de fácil masticación y gran densidad nutricional (que contengan nutrientes de calidad). Para ello, se recomienda consumir entre 4 o 5 raciones de carne magra a la semana de origen animal, como el lomo o el solomillo de cerdo, las aves sin piel, los huevos o pescados, alternando con otras fuentes de origen vegetal, como las legumbres o los frutos secos. Además, se debe respetar las cantidades recomendadas para el resto de alimentos, las cuales se pueden consultar de forma visual y sencilla en la Pirámide de la Alimentación Saludable de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC).

Cabe destacar que durante esta etapa tiende a disminuir la actividad física y, como consecuencia, puede resultar más complicado controlar el peso corporal. Por ello, es importante elegir alimentos con un bajo aporte de grasa, entre ellos, determinados cortes del cerdo como el lomo o el solomillo o los derivados cárnicos menos grasos, como el jamón cocido, que, además, tienen una grasa superficial visible y fácilmente eliminable.

Por otro lado, en esta etapa, un correcto aporte de vitaminas y minerales mediante la alimentación, resulta esencial para la prevención o mejora de diversas patologías con gran prevalencia en esta edad como por ejemplo la osteoporosis y la anemia ferropénica, causadas principalmente por la carencia de calcio y hierro respectivamente. En este sentido, la carne de cerdo constituye un alimento adecuado por su contenido en hierro de tipo hemo, de alta biodisponibilidad, calcio, fósforo y zinc. Además, esta carne también se caracteriza por ser una fuente importante de proteínas de alto valor biológico rica en aminoácidos esenciales, que favorece el mantenimiento y conservación de los huesos y músculos.

Por todo ello, la carne de cerdo de capa blanca, es un alimento de gran calidad nutricional de gran interés para incluir de 2-3 veces por semana en el contexto de una dieta variada y equilibrada. Además, su gran versatilidad gastronómica, permite multitud de cocinados sencillos, de fácil masticación y digestión, lo que le convierte en una carne adaptarse a todos los gustos, incluso aquellos más selectivos como son los de las personas de más edad.