Aunque el concepto desarrollo sostenible ya aparece de forma oficial a finales de los años 60 del pasado siglo, es en 1987 cuando gana relevancia a raíz del trabajo de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CMMAD), creada por la ONU, que se plasmó en el conocido como ‘Informe Brundtland’ -en realidad titulado ‘Nuestro futuro común’-, debido al papel relevante que jugó la doctora Gro Harlem Brundtland.

En ese documento se formaliza el concepto de desarrollo sostenible y se define como ‘aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades’.

Ha pasado tiempo desde entonces, y podemos afirmar que hoy es imposible la supervivencia de una empresa o actividad si no lleva implícito su desarrollo sostenible, es decir, un crecimiento que se lleve a cabo respetando los recursos del planeta. Si no eres sostenible, no puedes ser duradero, no estás en el progreso, no te compran.

El sector porcino de capa blanca, siempre a la vanguardia de las tendencias, y muy consciente de que su existencia depende de esa sostenibilidad, lleva años trabajando en este concepto hasta convertirlo en su esencia, en el pilar estratégico de su actividad.

Es un sector que crece de forma sostenible en todas sus acepciones para atender la demanda de proteína animal de los consumidores y lo hace respondiendo a los niveles de exigencia que no demanda la sociedad en términos de calidad y seguridad alimentaria, bienestar animal y protección del medio ambiente.

En este último aspecto, la consolidación y mejora de nuestro sistema de producción, cada vez más respetuoso con el entorno, es innegable. Año a año venimos reduciendo nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, disminuyendo el uso de agua o de energía y siendo, en definitiva, mucho más sostenibles en el aprovechamiento de los recursos naturales del planeta.

El trabajo, que llevamos realizando décadas, se ha venido reflejando en los datos. Solo en el año 2020 el sector porcino de capa blanca español ha reducido un 5,4% sus emisiones de Gases de Efecto Invernadero por cada kilo de carne producido con respecto al año 2019. En dicho año, las emisiones por cada tonelada de carne producida ascendieron a 1,75 frente a las 1,85 del año 2019.

Pero si nos remontamos a los últimos quince años, desde 2005 la reducción de emisiones GEI por cada kilo de carne producido es aún más significativa, ya que alcanza el 39,6%. En aquel año, las granjas de porcino españolas emitían 2,90 toneladas de CO2 por cada tonelada de carne producido mientras que, en el año 2020 se han emitido 1,75 toneladas de CO2 por tonelada de carne. En total, alcanzaron en 2020 las 8.765 toneladas, lo que indica un descenso superior al 4,7% con respecto a las emisiones GEI del sector en el año 2005.

Las cifras ponen de manifiesto que podemos crecer reduciendo nuestras emisiones de manera notable. Asimismo, los datos también demuestran que el sector ha realizado un extraordinario esfuerzo de disminución de su impacto medioambiental, y que está en condiciones de seguir reduciéndolo en los próximos años hasta llegar a una posición de neutralidad climática garantizada en el año 2050.