La infancia constituye una etapa decisiva para el desarrollo del niño hacia la edad adulta, siendo las necesidades nutricionales muy variadas en función de la edad. Entre otros nutrientes, la ingesta de proteínas y fósforo a través de la alimentación debe ser adecuada para favorecer un óptimo crecimiento óseo y desarrollo muscular.

La etapa escolar resulta clave para la maduración neuromotora, digestiva y renal, así como para desarrollar habilidades de manipulación, masticación y deglución de alimentos, apreciar las propiedades organolépticas de los alimentos y promover el establecimiento de patrones alimentarios saludables.

Los objetivos nutricionales en la etapa infantil, pretenden favorecer no sólo el crecimiento óptimo y el mantenimiento de la salud, sino que buscan dar un paso más a favor de instaurar hábitos saludables. Por ello, es fundamental asegurar que la alimentación del niño sea variada, equilibrada y adecuada a sus necesidades ya que, un aporte en macro y micronutrientes insuficiente puede desencadenar deficiencias nutricionales, mientras que un aporte excesivo puede conducir al desarrollo de obesidad y otras enfermedades metabólicas[1].

Requerimientos nutricionales en los niños

Las necesidades de nutrientes y energía varían en función de la edad, el sexo, la demanda metabólica, y las características propias de cada individuo.

En concreto, en esta etapa de desarrollo las proteínas son macronutrientes imprescindibles dado que contribuyen al aumento y conservación de los músculos, al mantenimiento y reparación de tejidos, y son necesarias para el crecimiento y el desarrollo normales de los huesos en los niños.

Así, las necesidades de proteínas varían enormemente en función de la edad, desde 23 g de proteínas al día en niños de 1-3 años, hasta los 41-43 g al día cuando los niños alcanzan la edad de 10-12 años [2].

Edad Ingestas recomendadas de proteínas (g/día)
1-3 años 23
4-5 años 30
6-9 años 36
10-12 años 41-43

Fuente: Moreiras O et al, 2015.

 

Además, se debe tener en cuenta la calidad de la proteína. Esta viene en parte determinada por su valor biológico (VB), dependiente de la cantidad de aminoácidos esenciales que componen su perfil aminoacídico. Las proteínas de origen animal, como la carne, el pescado y marisco, los huevos y la leche y derivados lácteos, contienen todos los aminoácidos esenciales, mientras que las proteínas de origen vegetal, principalmente legumbres, frutos secos, semillas y algunos tipos de cereales, como la quinoa o la avena y ciertos tipos de algas son deficitarios en alguno de estos2. Así, se recomienda alternar entre ambas fuentes, de forma que el 50 % de las proteínas de la alimentación sean de origen animal y el otro 50 % de origen vegetal2. De esta forma, se consigue una combinación de aminoácidos completa que satisface las demandas metabólicas para la síntesis proteica4.

En este contexto, la carne de cerdo es una excelente fuente de proteínas de calidad, ya que contiene todos los aminoácidos esenciales en las proporciones adecuadas. Además, aporta otros nutrientes de gran interés como las vitaminas del grupo B (B1, B3, B6 y B12), y minerales como el zinc y el fósforo.

Este último, es el segundo mineral más abundante en el organismo, y guarda una estrecha relación con el calcio, dado que aproximadamente el 85 % del fósforo se combina con el calcio en los huesos y dientes, siendo imprescindible para la mineralización ósea. Por ello, el fósforo es un mineral necesario para el normal crecimiento y desarrollo de los huesos en los niños, cuyos requerimientos, al igual que en el caso de las proteínas, varían según la edad.

Edad Ingestas recomendadas de fósforo (mg/día)
1-3 años 400
4-5 años 500
6-9 años 700
10-12 años 1.200

Fuente: Moreiras O et al, 2015.

 

El fósforo se encuentra fundamentalmente en alimentos proteicos de origen animal como carnes, pescados, huevos y lácteos, aunque también puede encontrarse en alimentos vegetales como las legumbres y los frutos secos[3].

 

Cortes carne de cerdo y derivados Proteínas (g/100g) Fósforo (mg/100g)
Lomo (3% grasa) 20 170
Solomillo 21 230
Chuleta 21.4 236
Panceta 14.2 122
Chorizo (32% grasa) 22.7 165
Jamón serrano 31 180
Lomo embuchado 51.5 185
Salchichón 26.5 268

Fuente: Moreiras O et al, 2015.

 

La carne de cerdo de capa blanca y sus derivados son alimentos que se adaptan a las necesidades nutricionales de la infancia, y destaca su aporte en proteínas de calidad y fósforo entre otras vitaminas y minerales.

Así, se recomienda su consumo, en alternancia con el resto de proteínas magras de 1 a 3 veces al día, dando preferencia a los cortes como el solomillo o el lomo y a los derivados cárnicos con menos grasa, como parte de una alimentación variada y equilibrada que favorezca el crecimiento y desarrollo normal del niño durante la infancia.

 

 

[1] Mataix J. Nutrición y alimentación humana. Situaciones fisiológicas y patológicas: 2º ed. Vol II. Madrid: Ergon, 2009.

[2] Moreiras et al, Carbajal A, Cabrera L, Cuadrado C. Tablas de composición de alimentos. Guías de prácticas 17ª ed. Madrid: Ediciones Pirámide; 2015.

[3] Carbajal A. Manual de Nutrición y Dietética. Universidad Complutense de Madrid. 2013 [acceso: 25/10/2017]. Disponible en: https://www.ucm.es/nutricioncarbajal/manual-de-nutricion