La carne comienza a introducirse en la alimentación a los 6 meses de edad. La primera carne que se introduce es la de pollo. A los 7 meses, la de cerdo magra y posteriormente la de cordero y ternera. A partir de los 10 meses de edad se puede incrementar la ración de carne a 30 g. Este primer contacto con la carne se hará en forma triturada en las papillas. Las raciones aumentarán a medida que el niño crece: 30 g con un año, 40 g a los dos años y 50 g con tres años.

En la población infantil aproximadamente el 50 % de las necesidades de cada aminoácido esencial se utilizan para la síntesis proteica y el resto para el metabolismo celular. La carne de cerdo fresca se constituye como un alimento bajo en grasa, que aporta una buena fuente de proteínas y aminoácidos esenciales para los niños. Además posee un importante contenido en fósforo, necesario para el normal crecimiento y desarrollo de los huesos y para el mantenimiento de los dientes en condiciones normarles, hierro que contribuye al normal desarrollo cognitivo de los niños y potasio que ayuda a la función normal del sistema inmunitario y contribuye a la función normal de los músculos.

Además, la carne de cerdo también aporta vitaminas del grupo B (B3, B6 y B12) que desempeñan un papel en la función normal del sistema nervioso y ayudan a disminuir el cansancio y la fatiga. Debido a este aporte nutricional, en los niños se recomienda el consumo de bocadillos de derivados del cerdo como el jamón serrano, el jamón cocido o el lomo embuchado durante el recreo o la merienda, contribuyendo al aporte de energía y nutrientes a lo largo del día y sustituyendo así a productos menos tradicionales como la bollería o la repostería industrial, de alto contenido en grasa, azúcar y calorías.

En los adultos, la carne de cerdo de capa blanca puede formar parte de las principales comidas del día o como tentempié a media mañana o en la merienda integrándose dentro de las 2 raciones diarias de proteínas recomendadas. La ración de carne recomendada es de unos 125-150 g, de unos 50 g en el jamón cocido o serrano y en el chorizo o chóped de unos 30 g.

En las mujeres en edad fértil, la menstruación y el embarazo predisponen a la anemia ferropénica con elevada frecuencia, por lo que el consumo de carnes, alimentos con alto contenido en hierro de alta biodisponibilidad, es muy adecuado. Además, aportan otros nutrientes importantes durante esta y otras etapas fisiológicas de la mujer, como durante el embarazo y la lactancia, en las que se incrementan los requerimientos nutricionales. En concreto, durante el embarazo y la lactancia los requerimientos proteicos aumentan de 15 a 25 g diarios.

Finalmente, en la alimentación de las personas mayores se busca la máxima biodisponibilidad de los nutrientes. La carne de cerdo de capa blanca, en especial los cortes magros y los productos cárnicos magros (jamón serrano, lomo embuchado o jamón cocido), pueden contribuir a facilitar la alimentación de las personas mayores y procurar que el aporte nutricional de su dieta sea adecuado. En este sentido, es fundamental incluir proteínas de alto valor biológico para evitar la desnutrición, frecuente en esta etapa. Además, la dieta de las personas mayores debe incluir alimentos fáciles de masticar y con un sabor y textura agradables.