Pobre Dieta Mediterránea. Es tan de aquí que no puede ser buena. De nada sirven sus milenios de éxito continuado como garante de una alimentación y una nutrición equilibrada y saludable basada en el consumo racional de alimentos vegetales, animales, naturales y de proximidad.

Ese aval ya no les sirve a los que se creen expertos y defienden la teoría de que cualquier alimento que parezca nuevo es mejor que lo de siempre o los que han hecho como su modo de vida la búsqueda insaciable de productos nuevos que prometen una salud milagrosa o de la prueba constante de dietas ‘alargavidas’.

Es lo que nos está tocando vivir. Este mundo moderno tan sometido a la tiranía de las modas, a la necesidad de lo inmediato y a la búsqueda de la solución fácil está llevando a los consumidores a no ver ni valorar lo que tienen a su alcance.

No es que no pasase antes, pero esa realidad se está intensificando a velocidades de vértigo, y todo lo relacionado con la salud y la gastronomía es uno de los mejores ejemplos.

Queremos estar sanos y comer alimentos saludables. Y lo queremos ya. Lo queremos con tanta ansia porque no solo queremos comer bien y que nos siente aún mejor. Queremos contarlo.

Queremos tener una historia interesantísima de cómo hemos encontrado tal o cual producto o tal o cual dieta. De cómo nos hace ser más sanos que los demás o cómo me va a hacer vivir más. Y claro, ahí la Dieta Mediterránea lo tiene crudo. No parece interesante, porque es la de siempre.

Lo suyo son los resultados saludables, no una pose o un relato. Y eso es una certeza que la ciencia y los nutricionistas profesionales tienen muy clara: la Dieta Mediterránea es un factor fundamental de la buena salud de los españoles.

Tenemos una de las esperanzas de vida más grande del mundo y un índice de cáncer muy inferior a la media de los países de la OCDE. No hay que ir a buscar fuera lo que otros vienen a buscar aquí.

Opiniones son opiniones, y ciencia es ciencia. Y ésta última no deja lugar a dudas: la Dieta Mediterránea y sus productos, entre ellos, la carne de porcino de capa blanca, cubren adecuadamente las necesidades de nuestro organismo.

Por ejemplo, la ciencia recomienda el consumo de carnes magras en una proporción de entre 3 y 4 raciones por semana, de 100 a 125 gramos cada ración. Claro que hay carnes buenas por el mundo, pero en el porcino de capa blanca hay cortes como el lomo con solo 2,65 gramos de grasa por cada 100 gramos.

A eso hay que sumarle su alto valor biológico y nutricional debido a que incluye proteínas, todos los aminoácidos esenciales, minerales como el hierro y el zinc, o vitaminas del grupo B, que permiten el correcto funcionamiento del sistema nervioso e inmunitario.

Dicho esto, eres libre de buscar fuera ‘el nuevo milagro alimentario de esta semana’ que supere la realidad saludable que la milenaria Dieta Mediterránea te ofrece en casa.

Así que, si buscas una pose, come lo que quieras y decide tú los beneficios que tiene. Pero lo recomendable siempre es hacer caso a la ciencia.

Practica la Dieta Mediterránea. Comerás rico, equilibrado, mejor… y según las estadísticas vivirás más.