Un repaso al último año y medio del sector porcino nos muestra que hemos logrado varios hitos importantes. Por ejemplo, cerramos 2021 con un nuevo récord de producción (5,19 millones de toneladas); y consolidados como el sector agroalimentario más exportador de España; además del segundo de porcino a nivel mundial (3,09 millones de toneladas) casi a la altura del primero, EEUU.

Eso significa que, en este preciso instante millones de personas de todo el mundo están comiendo productos porcinos españoles.

Dicho de otro modo: las autoridades veterinarias y sanitarias de más de 130 países han examinado el fruto de nuestro trabajo y han considerado que tiene la calidad adecuada para que sus ciudadanos, incluidas sus propias familias, se alimenten con nuestra proteína cárnica porcina. Eso se llama confianza.

Para que esa carne de calidad llegue a esos consumidores que están a miles de kilómetros, en algún rincón de España: ganaderos, veterinarios, inspectores de las administraciones públicas, ingenieros, operarios cárnicos, transportistas, etc, han trabajado bien, con profesionalidad y honestidad.

No son entes. Son personas de carne y hueso que se levantan cada día con la idea puesta en convertir el sector porcino en el sector competitivo que es hoy.

Todos ellos nos convierten en un motor de la economía española que genera de forma directa, indirecta o inducida a 415.000 empleos y aporta 2.245 millones de euros a las arcas públicas.

Una industria y unos trabajadores comprometidos con varios retos en los que permanentemente hay que dar el máximo, bienestar animal, ahorro y eficiencia de los recursos, sostenibilidad y una rotunda apuesta por la economía circular, entre otros.

Además de retos diarios son grandes logros empresariales del sector, a los que hay que añadir otro que está presente siempre: su labor social, principalmente en los pueblos de la llamada España Rural.

De hecho, gran parte de nuestra actividad se concentra en estas zonas de nuestra geografía, en las que el porcino invierte alrededor de 1.200 millones anuales.

Pocas cosas hay que generen más ilusión y alegría a una persona que la posibilidad de dar un futuro a sus hijos y nietos en la tierra donde están sus raíces. En los mismos pueblos donde antes jugaban sus propios abuelos. Ese sueño se puede cumplir en muchos lugares gracias a que el sector porcino está presente y crea empleo de calidad.

Esos son los éxitos y realidades del sector a día de hoy, pero aún nos queda también mucho trabajo por hacer en materia de comunicación. Como quedó claro en el recientemente celebrado VII Foro Porcino de INTERPORC, no basta con ser una industria comprometida, moderna, y sostenible, y un motor económico y del empleo. Además, hay que contarlo constantemente para que cale en la sociedad nuestra verdad.

Afortunadamente, frente a bulos y fake news tenemos dos armas poderosas:

  • Primero, que todo lo que hacemos (en sostenibilidad, bienestar animal…) está avalado por las cifras y por la evidencia científica. No son opiniones basadas en creencias personales o desinformaciones interesadas.
  • Segundo, que, como decía antes, somos 415.000 personas, con nombres y apellidos, que trabajamos con honestidad y profesionalidad. Acusar al sector de maltratar a los animales o de contaminar es acusar a su gente de infringir la ley. Y eso es profundamente injusto con gente que hace bien su trabajo.

El consumidor actual nos exige muchas cosas que, en realidad, ya tenemos o hacemos. Sólo tenemos que demostrárselo para que, como se dijo en el VII Foro Porcino, se enamore de nosotros.

Por otra parte, de cara a los próximos meses también está sobre la mesa, a nivel internacional, un tema derivado del desgraciado conflicto bélico que se está produciendo en Ucrania y que ha generado un mayor encarecimiento de la energía y las materias primas afectando prácticamente a todos los sectores: la necesidad de asegurar a la población el suministro de alimentos de calidad.

Un problema en el que cobra especial protagonismo el concepto con el que desde el sector porcino nos hemos comprometido al 100%, la ‘Autonomía alimentaria’. Es decir, la necesidad de asegurar a la población el abastecimiento de alimentos sanos, de calidad y de proximidad.

El sector porcino ha demostrado que está más que preparado y que es capaz de asumir con orgullo la responsabilidad de alimentar al planeta con proteína de calidad, pero, sobre todo, de garantizar que, pase lo que pase, no falten alimentos de calidad en las mesas de los consumidores españoles. Y lo seguiremos demostrando