El porcino de capa blanca, el sector ganadero más importante de España y un ejemplo internacional, tiene sus raíces firmemente asentadas en el medio rural desde hace siglos.
Inicialmente, durante generaciones, las familias se alimentaron de los cerdos que criaban entre todos. Esa práctica dio paso poco a poco, primero a las granjas y, más tarde, a la industria tal y como hoy la conocemos.
Un proceso largo que ha modificado la fisonomía del sector, pero en el que hay algo que ha permanecido de manera firme y sólida: la estrecha relación entre el sector porcino y los pequeños pueblos.
Las cifras son muy claras en ese sentido. El 39% de los municipios españoles con menos de 5.000 habitantes cuentan con una o varias granjas de porcino. De hecho, el 43% de las granjas y el 75% del censo porcino se ubican en el medio rural. Por si eso fuera poco, el 45% de las industrias transformadoras de porcino también están ubicadas en esas zonas.
Esos datos se traducen en algo aún más importante: en miles de empleos y en actividad económica. Dos elementos esenciales que permiten dinamizar socialmente muchas zonas que se encuentran en la denominada España rural.
Efectivamente. Allí donde otras industrias ni siquiera se plantean instalarse, el sector porcino de capa blanca invierte más de 1.200 millones de euros al año en infraestructuras que sirven para crear puestos de trabajo directos, indirectos e inducidos.
Porque crear empresas y empleo en esas zonas no solo permite fijar población en torno a las granjas y las industrias porcinas. También contribuye a revitalizar la vida de esos pueblos al permitir que alrededor del porcino y sus gentes pervivan, o incluso se implanten, otros negocios y servicios que sin población simplemente desaparecerían. Hablamos de colegios, supermercados, talleres, tiendas, actividades culturales…
No menos importante es que esa inversión ha transformado al sector hasta convertirlo en una ganadería moderna, con granjas e industrias que incorporan los últimos avances tecnológicos, que han apostado por la digitalización de sus procesos y que son un foco de atracción para profesionales altamente cualificados.
Todo ello unido permite al sector porcino de capa blanca presumir de ser uno de los grandes acicates frente al éxodo que viven muchas zonas de España, además de un gran protagonista del desarrollo rural. Un concepto que es uno de los siete pilares en los que se sustenta nuestro ADN, junto a Bienestar Animal, Innovación, Internacionalización, Profesionalidad, Seguridad Alimentaria y Sostenibilidad.
Porque mientras otros muchos hablan de desarrollo rural y de apostar por dar vida a los pueblos, el sector porcino de capa blanca se dedica a actuar y obtener resultados eficaces. Una línea de acción que compartimos e impulsamos desde INTERPORC, la Interprofesional del Porcino de Capa Blanca.
Como representantes del sector, tenemos claro que entre nuestras responsabilidades están contribuir a dar vida y riqueza a nuestros pueblos y apostar por nuestras gentes y por sus familias allí donde están nuestras raíces. Nos hemos empeñado en el desarrollo rural, en que nuestros pueblos vivan, y no vamos a parar de trabajar para lograrlo.