La exigencia de ser sostenibles sobrevuela ya al sector porcino de capa blanca al igual que lo hace con todas las empresas y sectores, y sin duda es algo que va a seguir creciendo en importancia.
Todos los productores del mundo, ya sea de alimentos, de bienes de equipo, de materias primas, etc. están en plena actividad para mejorar la sostenibilidad de sus cadenas de producción porque saben que la exigencia de ser sostenibles ha llegado para quedarse.
Un contexto en el que la ganadería moderna porcina no solo se está moviendo con mucha agilidad, sino que está plenamente preparada para afrontar ese futuro de mayor exigencia.
Esto es así porque contamos al menos con dos grandes ventajas. La primera es que buena parte del trabajo está hecho. Es decir, el camino emprendido hacia la triple sostenibilidad económica, social y medio ambiental tiene ya un largo recorrido en el porcino.
En lo económico, somos una potencia generadora de riqueza para España con una balanza comercial positiva de 8.409 millones de euros, la mejor de todo el sistema agroalimentario español.
En lo social, generamos 415.000 empleos directos, indirectos e inducidos y somos un elemento decisivo que evita la despoblación de muchos municipios de la España rural. Allí, el porcino crea oportunidades para los jóvenes que quieren formar sus familias en la tierra donde están sus raíces.
Y en lo medioambiental, pese a los ataques que recibimos, la realidad de los datos oficiales confirma lo mucho que hemos avanzado y lo lejos que estamos de donde nos ubican los protagonistas de esos ataques.
Como se puede extraer del Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero (GEI), y el Inventario Nacional de Contaminantes Atmosféricos (1990-2022), publicados por el MITECO en 2023, el porcino solo supone el 2,58% del total de gases GEI en España. Además, entre 1990 y 2022 el porcino de capa blanca ha reducido las emisiones GEI por cabeza de ganado un 43,6% y un 49% las de amoniaco.
Respecto al agua, el sector no solo ha reducido un 30% su uso por kilo de carne producido entre 1990 y 2020, sino que, además, el 82% de la huella hídrica que se le atribuye es agua de lluvia. Es lo que se denomina agua verde y, como resulta evidente, seguiría cayendo, aunque no hubiese animales en esos terrenos.
La segunda buena noticia para la ganadería moderna porcina es que sus responsables, tanto en las empresas como en sus organizaciones, están plenamente concienciados de que este es el camino a seguir. Que las cifras son buenas, pero que no podemos parar porque esta es una carrera continua.
En el caso de INTERPORC estamos trabajando en una hoja de ruta destinada a ayudar a las empresas a mejorar sus parámetros medioambientales en cuatro áreas. Hablamos de cambio climático, calidad del aire, economía circular y agua.
Somos una ganadería moderna que debe permanecer en la vanguardia en sostenibilidad. Y estamos convencidos de que esta hoja de ruta es la herramienta que precisa el sector para seguir demostrando a la sociedad que, antes de que exija algo nuevo en sostenibilidad, el sector porcino de capa blanca ya lo ha implantado o está en camino a lograrlo.