El sector porcino español ha experimentado en las últimas décadas un importante proceso de transformación basado en la innovación, la sostenibilidad y el compromiso social que le ha llevado a convertirse en uno de los grandes líderes internacionales y en un motor de la economía y el empleo estable para miles de núcleos rurales de toda España.

Existen pocos casos de transformación de todo un sector en España como el del porcino, que en apenas tres décadas ha pasado de abastecer a mercados locales y comenzar un proceso de modernización a estar hoy en día presente en más de 130 países de los cinco continentes y convertirse en la tercera potencia por exportaciones en el comercio mundial.

A la vez, en el mercado nacional se ha convertido en un sector estratégico por su importancia económica -más de 15.000 millones de euros de facturación en 2017-, por su aportación al empleo estable -300.000 puestos de trabajo directos – y, especialmente, por su compromiso con la sociedad y su contribución a la generación de riqueza en las zonas rurales,  facilitando la fijación de la población en miles de pequeños núcleos y ofreciendo oportunidades laborales en todos los niveles de cualificación a miles de jóvenes.

En el mundo se habla con admiración del ‘modelo español’ y de los factores que le han llevado al éxito. Entre ellos destacan, junto a la apuesta por la calidad y la innovación, tres cuestiones que le dan un valor diferencial: la especialización y profesionalización de los trabajadores; la puesta en marcha de un modelo de producción sostenible; y la seguridad alimentaria.

Hay que destacar que el empleo que genera el sector es estable tanto en cuanto que no es un sector estacional y precisa de trabajadores experimentados para mantener la competitividad.

En cuanto a sostenibilidad, España aplica el ‘modelo de producción europeo’, el más exigente del mundo en cuanto a bienestar animal. No hay zona del mundo donde los animales tengan, por normativa, más protección, más espacio, ni mejores condiciones higiénicas. Y también es en nuestro país y en la UE donde la legislación medioambiental es más exigente como corresponde a una ganadería moderna. Eso ha llevado en el porcino a mejoras que han reducido de forma importante el impacto en el entorno, como el descenso en 20 años del 30% en el uso de agua por kilo de carne o de más del 22% en emisiones de gases de efecto invernadero.

Un tercer aspecto es la seguridad alimentaria, en la que España también goza de los más altos estándares.  A una exigente normativa y control, se suma un sistema de trazabilidad de la granja a la mesa que es un ejemplo mundial y que asegura que cualquier producto cárnico que llega al consumidor lo hace con garantías sanitarias de primer nivel. De hecho los más de 130 países en los que se venden productos del porcino español hacen exigentes controles que avalan la calidad y seguridad de nuestros alimentos.

Cada día miles de hombres y mujeres del sector porcino refuerzan su compromiso con la sociedad, a la que aportan alimentos seguros y de calidad producidos bajo los más altos estándares internacionales de bienestar animal y sostenibilidad. Y lo hacen con el orgullo del trabajo bien hecho.